Me llamo Laura y tengo una historia que contar que aún me pone los pelos de punta cada vez que la recuerdo. Sucedió en la década de los 80, entre 1982 y 1983  cuando yo era apenas una joven que

acababa de mudarse a la gran ciudad en busca de una vida mejor. Nunca imaginé que me encontraría atrapada en una pesadilla que aún me persigue hasta el día de hoy.

“Pesadilla Urbana: El Cazador de Mujeres”

Todo comenzó con los susurros que corrían por las calles, murmullos de miedo y paranoia que se extendían como una plaga. Se decía que un asesino acechaba en las sombras, un depredador silencioso

que atacaba a mujeres indefensas en pleno corazón de la ciudad. Al principio, pensé que eran solo rumores, exageraciones de mentes asustadas. Pero pronto descubriría lo equivocada que estaba.

El primer asesinato según las investigaciones comenzó con la desaparición de una joven llamada Carla. Era una chica alegre y popular, pero un día simplemente desapareció sin dejar rastro.

Las autoridades investigaron, pero no encontraron ninguna pista que los llevara a su paradero. Fue como si se la hubiera tragado la tierra.

Poco después, otra chica desapareció, y luego otra más. Todas ellas jóvenes y hermosas, todas ellas sin ninguna conexión aparente entre sí. La ciudad entera estaba sumida en el pánico

 Ocurrió en un callejón oscuro, lejos de las luces de neón y el bullicio de la vida nocturna. Una mujer joven, como yo, la primera encontrada sin vida, con marcas de violencia grabadas en su piel.

Las autoridades empezaron a investigar, pero cada vez que pensaban que tenían una pista sólida, se desvanecía.

Silencio en las Calles

Y mientras tanto, el miedo se apoderaba de la ciudad. Nadie sabía en quién confiar, nadie se sentía seguro ni siquiera dentro de las paredes de nuestra propia casa.

Los rumores y las sospechas volaban de un lado a otro, señalando con dedos temblorosos a aquellos que creíamos que podían ser el asesino.

Cada mirada, cada gesto, era analizado con detenimiento en busca de algún indicio de culpabilidad. Y aunque tratábamos de mantener la calma, el miedo se apoderaba de nosotros, como si alguien me siguiera a todas partes.

Recuerdo el día en que encontraron el cuerpo de una mujer cerca de donde yo vivía,  Fue como un golpe en el estómago, un recordatorio brutal de que el peligro estaba más cerca de lo que pensábamos.

Y a medida que pasaban los días y los cuerpos seguían apareciendo, la paranoia crecía como una enfermedad que se propagaba sin control.

Los encargados hicieron todo lo posible por encontrar al culpable, pero cada vez que parecía terminar esta zozobra traía consigo otro cadáver.

Once mujeres en total, porque se presume que las que nunca se encontraron corrieron con la misma suerte todas,  los cadáveres encontrados según los informes que se leían de los diarios, indicaban que

sufrieron mucho antes de perder la vida, todas eso dejando atrás familias destrozadas y preguntas sin respuesta.

¿Quién era este monstruo que quizás caminaba entre nosotros, oculto, sin nunca dejar ninguna pista solida.

Tras las Huellas del Asesino

Las autoridades hacían todo lo posible por encontrar al culpable, pero el asesino parecía moverse muy bien porque no dejaba alguna pista que conectara, que llevara a indicar algo que fuera de importancia

siempre un paso por delante de ellos. No importaba cuánto buscaran, no importaba cuántos recursos invirtieran en la investigación, el asesino siempre se escapaba.

Había notado a un hombre sospechoso observándola desde la distancia, y cada vez que volteaba, él parecía estar más cerca.

Con el pulso acelerado,  corri por las callejuelas mojadas, buscando desesperadamente algún refugio. Sin embargo, cada vez que miraba hacia atrás, el hombre seguía ahí, siguiéndome silenciosamente

Finalmente, llego a la puerta trasera de la escuela donde enseñaba el profesor de literatura, el Sr. Mendez.

Con un suspiro de alivio, golpeó frenéticamente la puerta, rogando que él estuviera allí. El Sr.me abrió la puerta con sorpresa, encontrándose con mi mirada de pánico.

“¡Profesor Mendez, por favor, ayúdeme!”, exclame  entre sollozos, apenas capaz de recuperar el aliento.

Perseguida por el profesor

El profesor Méndez me invitó rápidamente a entrar y cerró la puerta. Tras asegurarse de que yo estuviera a salvo, le preguntó qué estaba pasando.

Mientras yo intentaba recobrar la calma, el profesor  notó algo en su expresión. Con una mezcla de sorpresa y comprensión, me preguntó: “Laura, ¿dejaste algo en la cafetería hoy?”.

Yo  con la cabeza dije que si, recordando repentinamente el libro que había olvidado en una mesa. “Sí, mi libro de literatura. No lo puedo creer, ¿cómo podría haberlo olvidado?”.

El profesor  sonrió con complicidad. “Voy a ir a buscarlo por ti. Quédate aquí, estarás segura”.

Me quede en la sala de profesores, respirando profundamente y agradeciendo haber encontrado refugio en la escuela. Poco después, el profesor  regresó con el libro en la mano.

“Lo siento mucho por el susto, Laura”, dijo el profesor  mientras le entregaba el libro. “Parece que tu perseguidor era solo yo, intentando devolverte esto”.

Yo  se reí  nerviosamente, aliviada de que todo hubiera sido solo una confusión.

Agradecí al profesor Méndez con efusividad antes de salir de la escuela, sabiendo que siempre podría contar con él, pero a la vez algo confusa, pensando y si el asesino es el profesor.

Después de ese susto evite al máximo ser descuidada, cualquier error por muy sencillo que sea, puede acarrear consecuencias…

No se volvió a escuchar de más desapariciones ni cadáveres encontrados; La ciudad se convirtió en un lugar sombrío, lleno de sospechas y temores.

La gente miraba a su alrededor con desconfianza, preguntándose si el asesino estaba entre ellos, oculto tras una máscara de normalidad. Las mujeres evitaban salir solas por la noche.

Volverá a atacar

Pero a pesar de todos los esfuerzos de la policía, el asesino nunca fue encontrado. Las pistas se evaporaron como humo entre los dedos de los investigadores, y el misterio de las once mujeres

continuó sin resolver. Algunos dicen que el asesino murió o desapareció, otros creen que todavía está ahí fuera, esperando e para volver a atacar.

Yo solo sé que aquellos días oscuros dejaron una marca imborrable en mi alma. Nunca volví a ser la misma después de eso, siempre mirando por encima de mi hombro

siempre temiendo que el asesino aún esté ahí fuera, esperando su próxima víctima.

Y aunque los años han pasado, el recuerdo de aquella época de terror sigue atormentándome en mis sueños, recordándome que la maldad puede esconderse

en cualquier lugar, incluso en medio de la ciudad que llamamos hogar.

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